ZARABANDA PARA SILVA

FRANÇOIS MATHEY
ZARABANDA PARA SILVA
FRANÇOIS MATHEY

Se cree naturalmente que los curiosos hombrecitos de las leyendas de nuestra infancia vienen del Norte, de los países de la noche, expresionistas y barrocos. Error, la víbora cascabel de los sueños de Julio Silva cuenta también historias de la pampa ; pero ya no se trata de ilustrar cuentos, sino más bien de curiosos chirimbolos, que cuando son esculturas crean a su alrededor un espacio misterioso como esas figuras arcaicas de las islas niponas o los Ratapoils de Daumier. La Zarabanda para Silva son rondas de homúnculos astutos, de pillos fantásticos, cortejos de penitentes burlescos como divertidas mandrágoras, una verdadera diablería que cabriola, piruetea, gesticula, pequeños monstruos inocentes, estrigas, estropeados, venusinos. Es fácil evocar los seductores Belcebús del Medioveo o los personajes del teatro de Ghelderode : mucho más fácil todavía explicar que Silva en su ingenuidad elige un disco de arcilla lisa como la pasta de una tarta, que se apodera rápidamente de ella y la deja caer, una forma imprevista surge como en un dibujo automático. Abracadabra. Dadá pasó por aquí. No queda más que dar rápidamente un toque, pellizcar, enderezar, torcer, agregar, para que la línea viva y se vuelva autónoma. El escultor no comprende nada pero se identifica ocn esas formas encajadas, superpuestas que él arriesga y domina para que expresen su propio lenguaje. Si él supiera dónde lo lleva su gesto, no habría más accidente. Asegurado el logro, la voluntad eliminaría el humor. Aún cocida la tierra es frágil ; el sueño tiene que realizarse y buscar su eternidad en el bronce.

El destello incisivo del metal pulido tensa la forma, la sostiene, la precisa . Ya no es más una especie de objeto divertido o votivo sino una verdadera escultura. Luego, al azar, se llamará : Tibias orejas, A la hoja, Compadre Compadre, Minotauro e hijo, Mi repollito, El loco del rey, Pájaro de Milos, Hermoso pero triste, La voix de son maître, títulos que aproximan y alejan, y que son como a destiempo, guiñadas cómplices.

Silva jubila.

Prisionero de su juego, ese pequeño mundo insólito que surge de sus manos de escamoteador asombrado y barbudo, hormiguea, pulula a su alrededor y lo arrastra sin que él lo pueda controlar. Pito catalán.

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